miércoles, 17 de febrero de 2021

La chatarra

 

La chatarra

 

Y...

llamarlos "chatarra" es darles cierta jerarquía

de objetos inútiles

y contestarle al timo de su inepcia;

-por poco un acto heroico  en la colina-,

que bebe de la generosidad

de nuestro arcoíris de lágrimas cerradas

con sol en las espaldas.

 

Dicen que aman la poesía,

per se,

-quién lo diría-,

con gráciles metáforas

de frases hilvanadas

con punta gruesa, hilo Cadena o Tomasito;

y el ojo fino de la aguja,

que la presbicia nos impide enhebrar

en noches sofocantes,

en que los antifaces de las carnestolendas

se parecen a la luna en cuarto menguante

sufriente y muriente

como un clavel del aire.

 

La floración de la energía

de las costureritas de Perón

y Eva

hoy se transforma en una diáspora

de talentos dimitentes

 

que estudian en Universidades populares

para escapar de cuencas infectadas,

bochornosas,

hacia un destino imperial

que pague en oro negro

lo que se pierde en plata dulce

cada día.


Las fallas de que adolece el sistema

que propongo por vía

de contender con paz

esas guerras fraguadas,

no tiene aspecto de macho en el discurso,

 

ni pelo rojo o cuerpo de flacucha

trepidante

a la hora de dar luz al pueblo unido

que cocina ropa vieja en las cazuelas.

 

Se llama con simpleza por su nombre,

ese nombre de pila o batería

con sabor riguroso del resabio

que deja en cada boca el desagrado,

la queja,

el sentimiento de impotencia.

 

El disgusto molitivo aún se ablanda,

al romperse los núcleos de los átomos

con canciones de cuna

de los gatos en el tejado de zinc calientes

por la guerra fría,

cuando Sartre y Sardinas indignados

mostraban los ul-trajes arrugados

de los Thomson y Williams

que aborrezco.

 

Y aunque ya soy mayor de muchos años,

y pasé varios fines del mundo sentenciados,

calendarios aztecas, profecías,

Jinetes del Apocalipsis,

fisiones, Nostradamus,

mitómanos y parcas

 (si lee un español, que lea jarcas

porque el idioma es uno y es de todos,

como Dios cuando puso la Palabra

en prietas  lenguas babeles pertinaces)

yo vengo a recordarles

que hay rosas invioladas

como aquella remota, secretísima

que Butler Yeats nos puso entre las manos,

nos legó con elipsis de poeta,

y al fin lanzó semillas en los campos,

que dieron pulpa y miel a la esperanza.

 


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