La
chatarra
Y...
llamarlos "chatarra" es
darles cierta jerarquía
de objetos inútiles
y contestarle al timo de su inepcia;
-por poco un acto heroico en la colina-,
que bebe de la generosidad
de nuestro arcoíris de lágrimas
cerradas
con sol en las espaldas.
Dicen que aman la poesía,
per
se,
-quién lo diría-,
con gráciles metáforas
de frases hilvanadas
con punta gruesa, hilo Cadena o
Tomasito;
y el ojo fino de la aguja,
que la presbicia nos impide enhebrar
en noches sofocantes,
en que los antifaces de las
carnestolendas
se parecen a la luna en cuarto
menguante
sufriente y muriente
como un clavel del aire.
La floración de la energía
de las costureritas de Perón
y Eva
hoy se transforma en una diáspora
de talentos dimitentes
que estudian en Universidades
populares
para escapar de cuencas infectadas,
bochornosas,
hacia un destino imperial
que pague en oro negro
lo que se pierde en plata dulce
cada día.
que propongo por vía
de contender con paz
esas guerras fraguadas,
no tiene aspecto de macho en el
discurso,
ni pelo rojo o cuerpo de flacucha
trepidante
a la hora de dar luz al pueblo unido
que cocina ropa vieja en las cazuelas.
Se llama con simpleza por su nombre,
ese nombre de pila o batería
con sabor riguroso del resabio
que deja en cada boca el desagrado,
la queja,
el sentimiento de impotencia.
El disgusto molitivo aún se ablanda,
al romperse los núcleos de los átomos
con canciones de cuna
de los gatos en el tejado de zinc
calientes
por la guerra fría,
cuando Sartre y Sardinas indignados
mostraban los ul-trajes arrugados
de los Thomson y Williams
que aborrezco.
Y aunque ya soy mayor de muchos años,
y pasé varios fines del mundo
sentenciados,
calendarios aztecas, profecías,
Jinetes del Apocalipsis,
fisiones, Nostradamus,
mitómanos y parcas
porque el idioma es uno y es de todos,
como Dios cuando puso la Palabra
en prietas lenguas babeles pertinaces)
yo vengo a recordarles
que hay rosas invioladas
como aquella remota, secretísima
que Butler Yeats nos puso entre las
manos,
nos legó con elipsis de poeta,
y al fin lanzó semillas en los campos,
que dieron pulpa y miel a la
esperanza.
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