miércoles, 17 de febrero de 2021

Índice



Índice


05 - Flipper

10 - ¿Qué hacen los poetas?

13 - Contra la poesía (Sáquenselo de la cabeza)

17 - Ladridos

19 - Mapa conceptual para hacer poesía

26 - Cataratas

29 - Cruzando el charco

32 - Le dije

34 - Prestaciones de la evidencia

41 - Qué lástima, señora, qué lástima indecible

44 - La innominada

47 - Las uñas extirpadas

49 - La última nodriza

52 - Así nos va

53- Los varones no saben distinguir

59 - Yo no soy perfecta

63 -Cuando mis poemas ganen premios

68 - Blindaje

71- Poema lírico de Angélico Saltalamacchia

84 - Mil poemas

85 - Desgracias heredadas

90 - Con el heno en el cuerno

91 - La chatarra

97 – Bambalinas

98 - Stripper

102 - Improvisaciones

113 – La súplica de Casandra

118 - ¿Dónde estás?

122 - Melancolía ajedrecística

126 - Perfume de jazmín

128 - No es breve la vida

132 - Aguacero

133 - Persevera y triunfarás.





Persevera y triunfarás

 

Persevera y triunfarás

 

 

Se cae

Se cae

Se cae

Y se cayó

 

 

 

 

 

Yo callo.

 

 

 

 

 

 

 

 

No es breve la vida

 

No es breve la vida

 

¿Tienes anotada en tu agenda

las veces que estuvimos a punto de morir

de soledad?

 

Si siempre hemos sido francotiradores de la

palabra,

no pudimos saborear el higo maduro

de las briosas pasiones juveniles.

No llores, te suplico.

 

Escribo para recordarte que lo incorpóreo

es apenas la liana de Tarzán

en la selva evanescente entre dos enamorados.

Ponle freno a esta guerra consecutiva y distante.

¿No basta el estupor de la sangre futura?

 

La vida huye de la muerte

y

retuerce el pescuezo a la irredimible

hermosura del porvenir

para vencer la brutal destrucción del horizonte.

 

No es breve la vida.

Es insensata.

Su apotegma es transparente,

inofensivo.

 

Aunque la achacosa pompa fúnebre

que suena en las catacumbas

tenga la paciencia de un santo

que desagua furor desafinado.

 

No es mala la muerte.

Su misión es no existir

sino en la mente fantasiosa de los orfebres

de su sortilegio.

 

Tu aliento huele a fuego en el desierto.

Arde el corazón semejando una rama seca

que encendiera el sol

por una voladura equívoca y revulsiva.

 

Las llamas se remontan al cielo.

Las frágiles nubes cargadas de lluvia

explotan de gozo,

previendo el choque orgásmico.

 

El tiempo de lo que no pasa,

pasa.

El juego está próximo a comenzar.

 

 

 


Perfume de jazmín

 

Perfume de jazmín

 

Perfume de jazmín:

Las cosas que tú has visto

y ya no ves

son sombras y palabras.

 

Perfume de jazmín

-solo él te inquieta-

con su vaga fragancia.

 

¿Dónde habrá una luz roja

en el camino,

que frene la distancia?

 

De repente el olvido

de la existencia

trueca tu voz en alma.

 

El poeta recorre superficies

con timidez

de duda inveterada.

 

 

 

 

 

 

 

 

No es breve la vida

Melancolía ajedrecística

 

Melancolía ajedrecística

 

1.-

Era extraña,

deliraba que tú eras vos.

Usted de ilimitadas

movidas

en blanco y negro.

 

Porque es difícil hablar

sin comprenderse,

era ausente;

la más presente

de cada irreal momento,

sin poblar los escondrijos,

con enroques de dama-torre.

Soy contigo.

Voy conmigo

a los gambitos de tu alma.

Soy porque no doy

con tu olor

en la grasienta

ciudad contaminada.

64 escaques.

Peón por alfil

voy perdiendo los estribos.

Estoy, nunca pero estoy

cuando  andás fuera de mí,

improvisando,

parafraseando  un jaque al Rey.

2.-

Estás para que yo más no sea

Yo y sin tu embargo,

tampoco.

Mas...Nevermore

aquí cerquita de los caprichos.

Reina tuya.

 

¿Por qué te tendría que querer?,

¿para que llegues ningún verano

a posarte en la rama

del árbol de la vida?

 

No me gusta

el maullido de los gatos en celo

ni esas torpes golondrinas que no volverán,

por extensión,

por impresión de testigo

de una inabarcable partida de ajedrez

ad infinitum.

 

 

 

 Melancolía ajedrecística

 

1.-

Era extraña,

deliraba que tú eras vos.

Usted de ilimitadas

movidas

en blanco y negro.

 

Porque es difícil hablar

sin comprenderse,

era ausente;

la más presente

de cada irreal momento,

sin poblar los escondrijos,

con enroques de dama-torre.

Soy contigo.

Voy conmigo

a los gambitos de tu alma.

Soy porque no doy

con tu olor

en la grasienta

ciudad contaminada.

64 escaques.

Peón por alfil

voy perdiendo los estribos.

Estoy, nunca pero estoy

cuando  andás fuera de mí,

improvisando,

parafraseando  un jaque al Rey.

2.-

Estás para que yo más no sea

Yo y sin tu embargo,

tampoco.

Mas...Nevermore

aquí cerquita de los caprichos.

Reina tuya.

 

¿Por qué te tendría que querer?,

¿para que llegues ningún verano

a posarte en la rama

del árbol de la vida?

 

No me gusta

el maullido de los gatos en celo

ni esas torpes golondrinas que no volverán,

por extensión,

por impresión de testigo

de una inabarcable partida de ajedrez

ad infinitum.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Dónde estás?

 

¿Dónde estás?

 

Voy turbulenta y segura

metida en tu cuerpo de chacal,

la atmósfera me abrasa

efusivamente.

Me derrito igual que una estalactita de la gruta;

esterilizada y prodigiosa.

 

Por la mañana siguiente,

los ruidos de los vendedores ambulantes

me desvelan

y recupero la confusión

de no saber dónde estás,

si es que estás.

Es un desagradable estado

(como el aliento fétido

después de una fiesta y su resaca).

Con el correr de las horas,

cruzando de calle a calle,

bajo la fría neblina

redescubro al enmascarado

debajo de la capucha luctuosa.

 

Vuelve un rostro a yacer a mi lado.

Tal vez no sea uno,

sino dos, sino tres,

sino diez...

pero eternamente

uno con el mismo rostro.

 

¡Qué triste es buscar señales

admonitorias en el tiempo

que nos enfrenten con esa otra cara-cruz

que nos pertenece!

Rechazo la coartada universal,

decía El comandante.

 

Escribo desde mi desmemoria,

evocando el poema que hace tantos siglos

recordara un belga en París.


 

Una idea vaga.

Una agitación reconocible en la distancia.

La misma lluvia

que antaño nos diluviara

bajo las arcas

que guardaban las Tablas de la Ley,

el maná y la vara de Aarón.

 

 

¿Hubo amor?

¿Habrá amor?

Ignorando pasados y futuros

el arroyo de la duda.

¡Ay! ¡Ay!

Hay amor

en los desencuentros.

La súplica de Casandra

 

La súplica de Casandra

 

Entraron ladrones a mi campo,

saquearon la casa donde vivo,

destruyeron la cosecha,

robaron los frutos añosos,

cuartearon el ganado

y huyeron.

 

Me arrojé al suelo de rodillas,

suplicándoles,

pero no se conmovieron,

rogué, les advertí, los maldije,

pero se rieron a carcajadas.

 

Una lluvia ácida mojó las balas

con que tenían pensado liquidarme.

Y huyeron,

cobardemente huyeron.

 

Mientras escapaban como ratas,

escarbé la tierra blanda por el llanto,

con uñas y dientes excavé y cavé

el pozo de mi tumba,

hasta hallar una veta de agua cristalina.

 

Bebí de ella y dormí en paz,

bajo el cuello donde habita

el misterioso dios de los justos.

 

Dos años después,

el planeta entero se secaba,

los ríos estaban contaminados,

el mundo era un asedio pestífero

y oprobioso.

 

De mi fontana, no obstante,

seguía manando agua bendita.

 

Presiento a los miserables

que están rodeando mi finca.

Arrastrándose  imploran un poco de agua,

castigan, amenazan

y fundan nuevas criptas.

 

Preguntarás, por qué no se rebelan y me atacan.

Simple.

Yo administro la canilla de la fuente invisible.

 

No imaginan siquiera donde está guardada.

 

Todas las noches les sirvo

tres gotas a cada uno,

mido sus sucias pupilas suficientes

y guardo silencio.

 

Tres gotas son bastantes

para que no mueran de sed,

demasiado rápido

 

sin padecer

ni comprender

la Gloria disonante del Creador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Dónde estás?

Improvisaciones

 

Improvisaciones

 

“Sigo al humo como una ruta propia”

Fernando Pessoa, Álvaro de Campos. Tabaquería.

 

“Sigo al humo como una fruta propia”

Versión personal.

 

Solo escribo cuando tengo algo que decir,

generalmente, no se me ocurre gran cosa.           

Aunque algunos dicen que escribo demasiado,

que suelto mi sangre atropellando las letras,       

y ruegan que me cuide. No es bueno

querer tener siempre la última palabra.

Me puedo quedar callada,

pero,

¿para qué?

¿para qué quedarme callada?

¿o para qué decir?

¿para qué estar?

¿Cómo definir con palabras lo inasible

existencial?

 

2

Uno a veces no sabe a qué atenerse.

Estamos en un mundo donde todo Cristo

tiene algo que decir.

Pero claro, nadie dice nada,

porque nada puede ser dicho.

Ya todo fue dicho.

Entonces, la Naturaleza  ofrece

sin sorna construir

un entorno,

un entorno diverso,

importante,

no más Nada.

Un zoo universal donde estar vivos,

para tal vez morir de ser gentes

cargando nuestros féretros,

deletreando a gritos

la inscripción modélica,

presintiendo el secreto hemisferio

tras inaugurar un ritual fulgurante

y relicto

después del fuego.         

 

 

3                                                                      

De pronto la razón se transforma

en verdad inmediata,

en un práctica sin sentido,

donde el conocimiento del ser humano,

es lo baladí,

una decadencia inmemorial,

sin usos ni costumbre.

Un conjunto de fuerzas

en medio de ese escenario

puede determinar con

un excesivo rigor,

deshacer el pensamiento

por las atenciones que estamos recibiendo.

Los dones y el registro que nos limita

nos llevan a la verdad,

apartándonse de la locura,

dibujando un círculo de miseria,

un envoltorio.

Es como una realidad concreta

en una tierra baldía, infiltrada de poesía ajena,

en la cual

profundizar la negatividad;

casi una obligación,

una enfermedad de la cabeza

para unos

y un elixir confiado o confinado para otros.

Una confrontación irreparable

entre el sí o el no,

el poso que uno creería encontrar

en una operación de resta,

de las que desvinculan

curiosamente

las ceremonias que hemos vivido

de las extrañas peripecias

que nos faltan por vivir.

 

4.

Las relaciones humanas

son absolutamente humanas,

cuando son impredecibles.

La conmiseración

será una manera de destruir

al mentecato

el día en el que sufrimiento rodee al  vacío,

pero lo rodee con felicidad.

Porque felicidad también es sufrimiento

en un mundo

que nos convierte en culpables

por ser felices.

Ahí donde deviene necesario

un compromiso locuaz

con la dialéctica.    

Se nos exige un certificado,

una especie de promesa,      

sin pronunciar palabra,

en silencio

liberado a su destino,

una falla, un suceso,

una blasfemia detrás.             

Estamos desconformes con el origen

aunque no sepamos si hay un origen,

sin embargo, en la redondez del tiempo

y del espacio

decimos: no volveremos a beber

dos veces las aguas del mismo río.

 

La razón se inclina

y el corazón se contraría;                       

¡cuánto nos angustia ese no beber

del líquido tangible!

Lo sustituye una decoración familiar.

Una decoración familiar                                                                         

que termina siendo ficticia

o quizá monstruosa,

nos introduce en un círculo

de orden,

de mandamientos que debemos

acatar como anatema.

Vamos provistos por completo

de movimientos impecables,

paradójicos,

en un reposo de la oportunidad

donde el alma se sobrecoge

ante las brasas

del otro lado,  -el lado oscuro,

el lado ígneo-,

cuando nuestra pasión reina en el vacío,               

siguiendo esos principios que olvidamos.

Esos principios                               

que forman parte de nuestra existencia,

que ahora parece no tenernos a su vera,

subrayando soez la acción moral,

esa cosa heredada por los reformadores.

 

En ninguna parte,

excepto en las novelas,

hemos visto una adoración más insensata

a la buena fe,

a la bonhomía,

y puede que el mundo sea esto

y haya reuniones que transcurran

en la falta de ensamblaje

del descontento global.

Recordamos el papel

de visitantes que nos ha tocado.

Recordamos, por fin,

como hemos de ceñirnos

a una forma de gueto,

a una estima innecesaria,

a un espíritu indomable

despertado de su reminiscencia

que se ahoga,

como una secreción,

como una segregación religiosa.

 

¡Adiós Estévez!

A Dios.





Stripper

 

Stripper

 

El rostro fantasmal,

la tauromaquia

del púdico pintor del hombre develado.                

Su costura viril,

sus brazos como arpones

quizás lloren todavía

por Cartago,

en el salón del baile del stripper.

Delenda est conflictos de la noche,

Imagen y prestigio descompuestos

en el terco silencio

de su espaldar hermoso.

No hay lunares,

bostezando esa piel

devoradora de olas,

o tal vez haya.

Trapezoide imperfecto

conjugando el sudor

de tiempos patriarcales.

Una percha lasciva,

una cintura,

sin cara, ni nombre ni adjetivo

perspectiva el embeleso.

 

La oscuridad me impide verlo.


Muéstrame tu quijada tabú,

los arcos de las cejas de tus ojos;

muéstrame los huecos de tus venas,

la corsaria nariz del bucanero

con vituallas subterráneas,

Muéstrame los ríos de deshielo

entre tus manos paradójicas.

¿Qué es esto de esconderte acobardado?

Muéstrame tu cabeza

mojada por la lluvia,

la frente gravitante,

el torso despoblado de medallas,

el delta de tu lengua de arrecife,

que acomete hechicero

hasta mis ganas.

Y es tu única bandera

la nalga de Aquiles

virginal y rocallosa,

de un pálido cautivo en la garganta

contra

la piadosa tortuga metafísica

del humo de los lares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bambalinas

 

Bambalinas

 

Te cito en mi memoria y te recuerdo

entre las  bambalinas del pasado,

con toda claridad ante las sombras.

 

No sé si es posible acariciar un río,

y sin embargo,

su huella blanda,

su profundo cauce,

ocupan la pantalla de mi mente.

 

También sé

que te evoco en mi memoria

y la distancia huele a sed mojada.


La chatarra

 

La chatarra

 

Y...

llamarlos "chatarra" es darles cierta jerarquía

de objetos inútiles

y contestarle al timo de su inepcia;

-por poco un acto heroico  en la colina-,

que bebe de la generosidad

de nuestro arcoíris de lágrimas cerradas

con sol en las espaldas.

 

Dicen que aman la poesía,

per se,

-quién lo diría-,

con gráciles metáforas

de frases hilvanadas

con punta gruesa, hilo Cadena o Tomasito;

y el ojo fino de la aguja,

que la presbicia nos impide enhebrar

en noches sofocantes,

en que los antifaces de las carnestolendas

se parecen a la luna en cuarto menguante

sufriente y muriente

como un clavel del aire.

 

La floración de la energía

de las costureritas de Perón

y Eva

hoy se transforma en una diáspora

de talentos dimitentes

 

que estudian en Universidades populares

para escapar de cuencas infectadas,

bochornosas,

hacia un destino imperial

que pague en oro negro

lo que se pierde en plata dulce

cada día.


Las fallas de que adolece el sistema

que propongo por vía

de contender con paz

esas guerras fraguadas,

no tiene aspecto de macho en el discurso,

 

ni pelo rojo o cuerpo de flacucha

trepidante

a la hora de dar luz al pueblo unido

que cocina ropa vieja en las cazuelas.

 

Se llama con simpleza por su nombre,

ese nombre de pila o batería

con sabor riguroso del resabio

que deja en cada boca el desagrado,

la queja,

el sentimiento de impotencia.

 

El disgusto molitivo aún se ablanda,

al romperse los núcleos de los átomos

con canciones de cuna

de los gatos en el tejado de zinc calientes

por la guerra fría,

cuando Sartre y Sardinas indignados

mostraban los ul-trajes arrugados

de los Thomson y Williams

que aborrezco.

 

Y aunque ya soy mayor de muchos años,

y pasé varios fines del mundo sentenciados,

calendarios aztecas, profecías,

Jinetes del Apocalipsis,

fisiones, Nostradamus,

mitómanos y parcas

 (si lee un español, que lea jarcas

porque el idioma es uno y es de todos,

como Dios cuando puso la Palabra

en prietas  lenguas babeles pertinaces)

yo vengo a recordarles

que hay rosas invioladas

como aquella remota, secretísima

que Butler Yeats nos puso entre las manos,

nos legó con elipsis de poeta,

y al fin lanzó semillas en los campos,

que dieron pulpa y miel a la esperanza.