¿Qué hacen los poetas?
Lo que un poeta herrumbra con su canto
son las fuerzas opuestas a la vida,
el conflicto de aquello que se hierve
en la fuga de su perpetración.
Lo que un poeta siembra por exégesis
es que no existen causas sino efectos;
preconiza el olvido,
la defensa del ser,
su crucifijo,
la escultura dinámica del nombre,
el altar de intenciones desqueridas
y avizora
los puentes que transfunden
su viva exaltación en artificios.
Poeta en consonancia con su tiempo:
En cada subrepción hay la palabra irrecusable,
un sostén de prosodias,
un barco que navega hacia el espacio
del que nunca debió haberse apartado.
El poeta ama lo que sufre ante el espejo:
la exquisita fortuna de
belleza
en la inmortalidad sesgada
que lo apabulla
con opuestas tensiones y epidemias.
Vulnera las furtivas catedrales del idioma
convicto por fundar su propia lengua
como una religión inmaculada,
yermo al borde de un cielo trashumante.
Y cuando el poeta olvida que su oficio
es crear lo fulgente sublimado,
y escribe del amor
de los humanos,
como aquellos infaustos aturdidos
que van a desovar a un mar colmado
de pérfido despecho, de traiciones
y sombríos rezagos del espíritu,
afina su badajo en diapasón
y su labio relincha y alza el vuelo.
Contra la poesía
(Sáquenselo de la cabeza)
No existe el poema original.
Sáquenselo de la cabeza.
Ninguno va a descubrir el sol,
la plenitud de los enamorados,
la magia del instante,
la inmensidad del mar,
el aire seco.
No existen las etimologías del idioma.
Sáquenselo de la cabeza.
Son meros simulacros,
tosco engaño para calmar la angustia
que provoca la sed curiosa de salobre lengua.
¿Quién puede saber de dónde vienen las palabras?
No existe la gramática.
Sáquenselo de la cabeza.
Cada uno ordena sus propios sustantivos,
los bulímicos verbos,
los pronombres de la mudanza;
abusa del adjetivo porque las cosas son finitas
y exhibe sus escandalosos límites
enquistado en la naturaleza del amor
y el sonido de la muerte.
No existe el tiempo.
Sáquenselo de la cabeza.
Mañana será hoy.
Hoy será ayer y antes de ayer
mañana, el eterno
olvido de las horas.
No existe la luz.
Sáquenselo de la cabeza.
Se alumbra la noche como puede.
Las velas se derriten en las sombras.
Las bombillas son efectos visuales
de electricidad en los agujeros negros.
No existe el viento ni el infierno.
Sáquenselo de la cabeza.
No existe incensario ni fogata.
No existe el otro si el riesgo es uno.
No existe la nada que todo lo relativiza.
En cualquier caso,
saboreando apenas el disgusto y
con la extraña acústica de la fulminación
pendiente
llegarán Uds. a saber
de qué materia están hechos los poetas.
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