domingo, 14 de febrero de 2021

Los varones no saben distinguir

 

Los varones no saben distinguir.

 

Los varones no saben distinguir.

Generalizan.

Corroen altaneros los anzuelos;

epígono del cuerno en bocanadas

despliegan su factura de machismo,

lo hacen al tuntún

y se equivocan.

 

Confunden lo hogareño

y el código de honor,

los trampantojos,

las vecinas de otoño

y los perpetuos volcanes.

 

Cuando amo quiero ser

una oveja full time; poder decirlo

sin hallar la vergüenza de mis actos

aunque tilden mi paraíso de flojedad,

pereza o negligencia.

Tiempo completo.

24 horas a sus pies,

pues lo único que importa es el contacto.

 

Cuando amo quiero estar

como un loro parlanchín

dictando leyes, profiriendo gritos

a los inoportunos visitantes;

o como una ciega monja

abstrayéndome

del frívolo argumento de los viajes

que cuentan los carteros

-soeces, mercenarios como lunas-

para vivir atada a mi aparejo.

 

Cuando amo quiero conocer

las etimologías,

el tropo, el fotolito, la metáfora,

la rítmica y la métrica

de la cavidad de una boca

y una lengua

de hombre que me cubra entre sus grutas,

me cobije y me ampare.

 

Yo podría embadurnar los lienzos más feroces,

cantar en los teatros, llaga herida,

como un gran chimpancé amaestrado

y ser famosa.

 

¿Para qué?

 

Los varones no saben distinguir.

El relámpago no es trueno;

es luz devoradora y certidumbre.

Mis vértebras son cuerpos trascendentes.

Mi amor, malón desbaratado,

hasta en la cofas,

es realeza de etnia paleolítica

que atropella catástrofes eróticas

 

con moño de manual de lencería

en revistas femeninas del pasado.

 

Cuando amo,

soy toda oídos para él.

Peco en su nombre.

Soy manta que calienta en la flacura.

La zoca sin cautela que se ofrece

al humor de sus flujos turbulentos

con vapores, turgencias

y un dilema de brunas paradojas.

 

Los varones no saben distinguir

y por desgracia,

millones de mujeres

repiten el discurso viril

y se equivocan.

 

 

 

 

 

 

 

 

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