domingo, 14 de febrero de 2021

Poema lírico de Angélico Saltalamacchia

 

Poema lírico de Angélico Saltalamacchia.

 

“Nosotros para llegar a la Verdad preferimos los caminos tortuosos”

Friedrich Nietzsche.

 

“El universo nos hace universales”

LAF

 

Los secretos dejaron de ser ocultos

el día que tu voz

los descubrió al Universo

Nosotros,

los herméticos batracios de este mundo

portábamos la antorcha olímpica

para que tú llegases

y nos rebelases

el misterio de los dioses

o del Dios, que es único

e inimitable,

según tu ciencia

y se encarna por designio y providencia

en el humano cuerpo

o en el animal profético.

 

Las naves que van al mar

recorrían campos secos.

Vimos asomar la Luna

y la veneramos en sus recorridos.

Te llamamos Lucía

por ser luz,

te llamamos Angélica

por bajar desde los cielo

con tu danza jovial

y exuberante.

Te llamamos Jimena

por ser ninfa.

Te llamamos Mujer

como única onomatopeya

de tu nombre.

 

Vulcano te gestó

en las concavidades del Etna.

Vienes del fondo de la Tierra

y los Hados te perfuman.

Convives con Abraham

en los infiernos terrenales

y manas como la sangre de las venas

del Stromboli y sus nobles brujas,

incapaz de todos los pecados.

 

Hemos coronado con laureles

los brunos cabellos argentinos

de tu raza ciclópea.

El 12 de febrero nos preparábamos

para inmolar a Fauno.

Te opusiste a su muerte,

a la muerte del hombre o del cabrito.

Tus senos son dos cabritos

canta el Cantar de los Cantares.

Te daba mucha pena el paralelo.

Te presentía la santidad

de los poetas bíblicos.

Tú, coloreaste las sombras

de la mansión de Plutón

y echaste a los dados

las riquezas materiales.

 

Ten piedad de nosotros,

espumosa.

Quisimos protegerte de los vientos malignos

encubriéndote.

Ignorantes de que el momento

de la revelación había llegado

para quedarse

te herimos con mentiras y promesas.

 

Los continentes agobiados

por el peso de las gentes

no toleraban tu nacimiento.

Eso creíamos.

Pero tú apareces

hasta en la copa del vino religioso

y del pagano licor

que guarda el ánfora sabina.

El resto lo ha escrito Horacio:

“Dejar al arbitrio de los dioses”

cuando amainen los ruidos y las pestes.

Montescos y Capuletos,

aliados y enemigos unidos

en una barcarola

te aclamarán.

 

Perdona a trotskistas y emperadores

con sus carros triunfales,

empujados por esclavos.

Cierra los ojos a estos odios mortales.

Perdónalos.

Perdona nuestra ignorancia.

No supimos ver la norma imperativa

en que el silencio nos susurraba

en nuestras orejas

melodiosas canciones de apertura.

 

Permítenos olvidar las reglas superfluas;

acallar los deseos inmaduros

del vate dionisiaco.

Súbenos a tu reino de austeridad

y simpleza.

Hemos dilapidado tu Sabiduría.

para procrear hijos despreciables

que Tú detestas:

Putas y ladrones corruptos,

Asesinos y mártires del linchamiento.

 

Por no querer ser mito eres la prueba,

la exacta prueba inexcusable

de la existencia de Dios,

de nuestro arbitrio en libertad,

de nuestra trascendencia.

 

Hemos derrochado tus fulgores.

Hemos colgado el sambenito

a imbéciles criaturas

vulgares y silvestres,

que fueran opacos esbozos

de tu linaje redentor.

 

Así supimos de nuestra debilidad

contra el designio divino:

La inspiración en lengua

instintiva y monacal,

de oruga a mariposa.

 

 

El abandono es un potente erizo subterráneo,

nos has dicho.

Verdad es.

Pues, tiene púas

y recorre el camino

furtivo del milagro

que se esparce con tu paz.

 

¿Cómo no reaccionaste

ante tamaña adversidad

incoada por acciones dolosamente

tremebundas?

 

La chispa de tu astrología

te salvó la vida y la consumió

en nuestras hogueras mediocres.

 

Preserva nuestra historia y nuestra fe

y la de los sucesivos que llegan

a cobijarse en nuestro espíritu,

contra doctos y profanos

con sus decadentes gobiernos subvertidos,

que acopiaron las divisas

en Bancos que no existen,

y acabarán arruinados por las infamias

que cometieron en tu contra,

y nosotros,

 

nosotros,

los flameadores de tu blasón,

lo hemos consentido

como si fuéramos apenas

yuyos de la carretera y

espectadores de un teatro

que nos holgaba por la arista.

 

Transmuta nuestra ceguera

con valor. Deja constancia.

Danos tu llave

para poder cruzar esa frontera

hacia la Gloria y la Grandeza.

Nos llevas varias millas de ventaja.

Tú, que posees la fórmula sagrada

de la alquimia:

Haznos héroes, testigos y devotos.

No simples acólitos de un Iglesia

perecedera.

Echa tu red al mar,

que los peces están esperando tu captura

deseosos de escapar de las profundidades

umbrosas y letales.

Permite que se cumplan los tiempos

del ascenso de los neófitos

a la sabia felicidad

que impartes.

 

 

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