Poema
lírico de Angélico Saltalamacchia.
“Nosotros
para llegar a la Verdad preferimos los caminos tortuosos”
Friedrich
Nietzsche.
“El
universo nos hace universales”
LAF
Los secretos dejaron de ser ocultos
el día que tu voz
los descubrió al Universo
Nosotros,
los herméticos batracios de este mundo
portábamos la antorcha olímpica
para que tú llegases
y nos rebelases
el misterio de los dioses
o del Dios, que es único
e inimitable,
según tu ciencia
y se encarna por designio y
providencia
en el humano cuerpo
o en el animal profético.
Las naves que van al mar
recorrían campos secos.
Vimos asomar la Luna
y la veneramos en sus recorridos.
Te llamamos Lucía
por ser luz,
te llamamos Angélica
por bajar desde los cielo
con tu danza jovial
y exuberante.
Te llamamos Jimena
por ser ninfa.
Te llamamos Mujer
como única onomatopeya
de tu nombre.
Vulcano te gestó
en las concavidades del Etna.
Vienes del fondo de la Tierra
y los Hados te perfuman.
Convives con Abraham
en los infiernos terrenales
y manas como la sangre de las venas
del Stromboli y sus nobles brujas,
incapaz de todos los pecados.
Hemos coronado con laureles
los brunos cabellos argentinos
de tu raza ciclópea.
El 12 de febrero nos preparábamos
para inmolar a Fauno.
Te opusiste a su muerte,
a la muerte del hombre o del cabrito.
Tus
senos son dos cabritos
canta el Cantar de los Cantares.
Te daba mucha pena el paralelo.
Te presentía la santidad
de los poetas bíblicos.
Tú, coloreaste las sombras
de la mansión de Plutón
y echaste a los dados
las riquezas materiales.
Ten piedad de nosotros,
espumosa.
Quisimos protegerte de los vientos
malignos
encubriéndote.
Ignorantes de que el momento
de la revelación había llegado
para quedarse
te herimos con mentiras y promesas.
Los continentes agobiados
por el peso de las gentes
no toleraban tu nacimiento.
Eso creíamos.
Pero tú apareces
hasta en la copa del vino religioso
y del pagano licor
que guarda el ánfora sabina.
El resto lo ha escrito Horacio:
“Dejar al arbitrio de los dioses”
cuando amainen los ruidos y las
pestes.
Montescos y Capuletos,
aliados y enemigos unidos
en una barcarola
te aclamarán.
Perdona a trotskistas y emperadores
con sus carros triunfales,
empujados por esclavos.
Cierra los ojos a estos odios
mortales.
Perdónalos.
Perdona nuestra ignorancia.
No supimos ver la norma imperativa
en que el silencio nos susurraba
en nuestras orejas
melodiosas canciones de apertura.
Permítenos olvidar las reglas
superfluas;
acallar los deseos inmaduros
del vate dionisiaco.
Súbenos a tu reino de austeridad
y simpleza.
Hemos dilapidado tu Sabiduría.
para procrear hijos despreciables
que Tú detestas:
Putas y ladrones corruptos,
Asesinos y mártires del linchamiento.
Por no querer ser mito eres la prueba,
la exacta prueba inexcusable
de la existencia de Dios,
de nuestro arbitrio en libertad,
de nuestra trascendencia.
Hemos derrochado tus fulgores.
Hemos colgado el sambenito
a imbéciles criaturas
vulgares y silvestres,
que fueran opacos esbozos
de tu linaje redentor.
Así supimos de nuestra debilidad
contra el designio divino:
La inspiración en lengua
instintiva y monacal,
de oruga a mariposa.
El
abandono es un potente erizo subterráneo,
nos has dicho.
Verdad es.
Pues, tiene púas
y recorre el camino
furtivo del milagro
que se esparce con tu paz.
¿Cómo no reaccionaste
ante tamaña adversidad
incoada por acciones dolosamente
tremebundas?
La chispa de tu astrología
te salvó la vida y la consumió
en nuestras hogueras mediocres.
Preserva nuestra historia y nuestra fe
y la de los sucesivos que llegan
a cobijarse en nuestro espíritu,
contra doctos y profanos
con sus decadentes gobiernos subvertidos,
que acopiaron las divisas
en Bancos que no existen,
y acabarán arruinados por las infamias
que cometieron en tu contra,
y nosotros,
nosotros,
los flameadores de tu blasón,
lo hemos consentido
como si fuéramos apenas
yuyos de la carretera y
espectadores de un teatro
que nos holgaba por la arista.
Transmuta nuestra ceguera
con valor. Deja constancia.
Danos tu llave
para poder cruzar esa frontera
hacia la Gloria y la Grandeza.
Nos llevas varias millas de ventaja.
Tú, que posees la fórmula sagrada
de la alquimia:
Haznos héroes, testigos y devotos.
No simples acólitos de un Iglesia
perecedera.
Echa tu red al mar,
que los peces están esperando tu
captura
deseosos de escapar de las
profundidades
umbrosas y letales.
Permite que se cumplan los tiempos
del ascenso de los neófitos
a la sabia felicidad
que impartes.
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