miércoles, 17 de febrero de 2021

La súplica de Casandra

 

La súplica de Casandra

 

Entraron ladrones a mi campo,

saquearon la casa donde vivo,

destruyeron la cosecha,

robaron los frutos añosos,

cuartearon el ganado

y huyeron.

 

Me arrojé al suelo de rodillas,

suplicándoles,

pero no se conmovieron,

rogué, les advertí, los maldije,

pero se rieron a carcajadas.

 

Una lluvia ácida mojó las balas

con que tenían pensado liquidarme.

Y huyeron,

cobardemente huyeron.

 

Mientras escapaban como ratas,

escarbé la tierra blanda por el llanto,

con uñas y dientes excavé y cavé

el pozo de mi tumba,

hasta hallar una veta de agua cristalina.

 

Bebí de ella y dormí en paz,

bajo el cuello donde habita

el misterioso dios de los justos.

 

Dos años después,

el planeta entero se secaba,

los ríos estaban contaminados,

el mundo era un asedio pestífero

y oprobioso.

 

De mi fontana, no obstante,

seguía manando agua bendita.

 

Presiento a los miserables

que están rodeando mi finca.

Arrastrándose  imploran un poco de agua,

castigan, amenazan

y fundan nuevas criptas.

 

Preguntarás, por qué no se rebelan y me atacan.

Simple.

Yo administro la canilla de la fuente invisible.

 

No imaginan siquiera donde está guardada.

 

Todas las noches les sirvo

tres gotas a cada uno,

mido sus sucias pupilas suficientes

y guardo silencio.

 

Tres gotas son bastantes

para que no mueran de sed,

demasiado rápido

 

sin padecer

ni comprender

la Gloria disonante del Creador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Dónde estás?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario